En cada rima las dudas
se atropellan caprichosas;
tan feroces, tan hermosas,
fugaces como la espuma.
En este universo en fuga
hecho de silencio y calor,
yo nunca sentí pavor
de mirar lo incontestable.
Tan solo el hombre inefable
dibujaba en mí el dolor.
Una montaña de sal,
aparecen los patriarcas;
llenas de oro sus arcas,
hipnotiza su cantar.
La hierba florece mal,
ya no encuentra su horizonte,
no sabe de sur o norte,
le han robado su alimento.
Agua y aceite revueltos
es la justicia del hombre.
A veces todo es tiniebla,
la pampa y el cielo grises;
las estrellas miran tristes,
mi pecho de vuelve piedra.
A tientas busco una cuerda
para nada hacia arriba,
mas me ahogo en mi saliva
de tanto hablar hacia adentro.
Se inunda todo mi huerto
con una pena marina.
A la soledad le canto
para entenderla mejor,
si se transforma en calor
puedo abrazar mi quebranto.
Pero siempre pienso tanto...
tornados y melodías,
se arma gran algarabía,
la cabeza me da vueltas.
Que alguien me abra la puerta
ya olvidé cómo se hacía.