John Brown me observa desde la ventana.
En su mirada una mezcla de severidad e infinita dulzura.
John Brown fue un chiflado, un fanático dirían algunxs.
Sostuvo hasta su último respiro que la única forma de erradicar la
esclavitud era por medio de la violencia.
Dedicó su vida a la praxis de esta idea y fue sentenciado a muerte
por ello.
No muchos años después, la historia le dio la razón.
Cuando la brutalidad está normalizada, las vías institucionales y
pacíficas no hacen más que afianzar la dominación.
Agrandar las jaulas.
Alargar las cadenas.
Recientemente cuatro personas en el territorio dominado por el Estado de $hile fueron
encarceladas por confrontar violentamente una forma de brutalidad
equivalente a la esclavitud; por solidarizar con seres que -a causa
de la misma dominación- no están en posición de resistir y
confrontar a sus explotadores por sí solxs.
Las personas esclavizadas en la época de John Brown pertenecían a una otredad invisible, homogénea. En esta
categoría se les arrebató su condición de seres complejos con
capacidad de sentir, emocionarse, desear. Por eso para mucha gente
no estaba mal esclavizar humanos. El mismo analgésico moral opera
hoy en las personas que ven a los animales no humanos brutalizados
en los criaderos y mataderos como “comida”.
La resistencia violenta no es abuso.
Mi solidaridad a lxs antiespecistas de todos los territorios que
confrontan la normalizada brutalidad con sedición. Mi animadversión
hacia los cómplices de esta y todas las formas de dominación.