< Volver

Sobre policías y aeropuertos

Este texto fue escrito primero en papel y luego destruido por seguridad. Nunca se sabe cuándo alguien va a registrar tus cuadernos, diarios o celular, en especial si andas viajando. Portar declaraciones inculpatorias en un control migratorio puede ser peligroso. No obstante, un árbol murió para que yo tuviera el papel donde escribí esa reflexión. Lo menos que puedo hacer para honrar su muerte, es respetar el sentido original de lo que escribí.

. . . .

Mi aversión a la policía es universal, internacional. Asimismo mi sensación de pequeña pero dulce victoria personal cada vez que logro burlarla.
Es un común malentendido asumir que la policía existe para cuidarnos. Ese supuesto es ciego ante la historia. La función original de las policías -proteger la propiedad de la clase dominante- se mantiene en sus funciones fundamentales hasta hoy. Olvidé llenar una parte de la forma migratoria y tuve que hacerlo frente a la paca que autorizó mi entrada al país. Mi mano temblaba y mi corazón latía fuerte, pero mantuve la calma al mostrarle el pasaje de regreso de ese avión que nunca tomaré.
Tal vez es tan ingenuo el ilegalismo como el legalismo. Soy un animal que anda en busca de los golpes de dopamina provocados por la acción ilegal exitosa. ¿Podrá ser que persigo el placer y disfrazo el hedonismo con convicciones de liberación?

Me protejo de mi propia policía interior separándome del mundo. Es mi forma de negar la ansiedad que me provoca ver las vidas de otras personas expuestas en la vitrina de las redes sociales como mercanías baratas, pretendiendo ser irrepetibles.

Respiro la añoranza de un suceso, una revelación sobre mi misma. La lucidez se me hace extraña, como escuchar la propia voz en una grabación por primera vez: ajena, incómodamente leve, unidimensional.

Busco en mis entrañas la puerta a un saber que no recaiga en mis sentidos. Mi caligrafía es síntoma de esa ansiedad.